Forgive & Heal: The Power of Listening to Youth

Perdonar y sanar: el poder de escuchar a la juventud

Autora: Janey Marie Dickinson

Hay un silencio que habita en muchos jóvenes, no por falta de pensamientos o sentimientos, sino por una profunda incertidumbre acerca de si sus voces realmente importan. No nos equivoquemos: no están vacíos. Las vidas jóvenes siempre están observando, procesando y sobreviviendo. Se mueven a través de ciclos que educadores y psicólogos suelen describir como formación, tormenta, normalización, desempeño y, a veces, clausura o duelo.

Formación es el comienzo tentativo, donde la confianza es frágil y las relaciones están en proceso de construirse. Tormenta es el período de tensión y desafío, donde surgen las diferencias, frustraciones y preguntas —a veces en voz alta, a menudo en silencio. Normalización es cuando los jóvenes comienzan a encontrar un ritmo y una comprensión compartida, negociando límites y aprendiendo a colaborar. Desempeño es cuando el potencial y la capacidad emergen plenamente, a menudo ocultos bajo luchas anteriores. Y clausura o duelo es la etapa reflexiva, donde se procesan las transiciones, los finales y las pérdidas.

A simple vista, estas etapas pueden parecer rutinarias, incluso invisibles. Un observador casual podría pasarlas por alto, sin notar las pequeñas pero significativas señales —una elección de palabras, una pausa al hablar, una mano levantada con timidez, una mirada silenciosa— que revelan resiliencia, lucha o necesidades no expresadas. Incluso nuestro vocabulario puede traicionarnos o revelarnos presiones sutiles: las palabras que usamos, el lenguaje de inclusión o exclusión, y las maneras en que reconocemos —o dejamos de reconocer— las experiencias vividas de la juventud.

He sido testigo de esta fuerza silenciosa en muchos espacios, entre grupos diversos, y en lugares donde se promete cuidado pero no siempre se cumple. No por falta de intención, sino porque el personal de apoyo con frecuencia carece de recursos. Incluso entre amigos, muchos cargan el peso de un dolor no dicho, no porque sean débiles, sino porque el mundo aún no ha demostrado que sabe escuchar. Aun así, su silencio no es rendición; es espera, una calma lista. Y cuando hablan, sus voces merecen ser escuchadas por completo, sin políticas ni condiciones.

Cuando no escuchamos, las historias quedan encerradas dentro de las personas jóvenes, y esas historias no contadas se convierten en heridas que hierven en silencio y resurgen en la adultez. Sin embargo, cuando un joven se siente verdaderamente escuchado, algo cambia en su actitud. La historia deja de identificarse solo con el dolor: se mezcla con una parte de humanidad compartida, un hilo que puede conectarlo con la esperanza.

Las investigaciones confirman lo que la experiencia vivida ya sabe desde hace mucho: la intervención temprana y el apoyo compasivo cambian vidas. En una encuesta provincial reciente, el 70% de los jóvenes informó sentirse incómodo al buscar ayuda por preocupaciones emocionales o de salud mental, lo que revela una barrera crítica de acceso (New Brunswick Health Council, 2022). Detrás de cada estadística hay un ser humano con nombre, historia y un futuro que merece ser visto y apoyado. Entre muchas barreras, los jóvenes enfrentan desafíos de salud mental o de consumo de sustancias que no son simples puntos de datos; son narradores, portadores de verdad y sobrevivientes cuyas voces contienen una profunda sabiduría sobre la resiliencia y el coraje, y esta es una urgencia que debe abordarse.

Escuchar no es un acto pasivo; es una forma activa de defensa y apoyo. Cuando los sistemas educativos crean espacios para el diálogo abierto y las personas responden con compasión, en lugar de con juicios o señales pasivas, y cuando las comunidades eligen la empatía sobre el estigma, comenzamos a reescribir la historia de la salud mental juvenil.

Esto no se trata solo de prevenir crisis; se trata de crear culturas de cuidado donde la sanación sea posible. Como se dice, se necesita una aldea, y si escuchar valida la existencia, escuchar dice: “Tú importas. Perteneces aquí.”

A quienes ocupan cargos como educadores, legisladores y líderes comunitarios, el mensaje es claro: hagan de la escucha una prioridad. Inviertan en las voces de la juventud, amplifiquen sus historias como evidencia y aseguren que el apoyo sea accesible, equitativo e inclusivo.

A los jóvenes que leen esto: tu historia es única, y precisamente porque es tuya, es un regalo. Ya sea susurrada en un círculo seguro de amigos, escrita en un diario o compartida con el mundo, tiene el poder de asimilar, perdonar y sanar, no solo a ti mismo, sino también a otros que recorren un camino similar desde otra perspectiva.

Es imposible cambiar los silencios del pasado, pero podemos elegir aprender y escuchar ahora. Podemos crear un mundo más amable para el futuro de la juventud, no dejando a nadie solo en su lucha, sino rodeado de comunidades que digan:
“Te escuchamos. Te creemos. Estamos contigo.”

Janey Marie Dickinson
Licenciada en Ciencias Sociales, Adicciones y Salud Mental
Humber Polytechnic

Referencias

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